Por segundo año consecutivo, AMECUM ha participado en el encuentro que coordina Pedagogías Invisibles en el contexto de la feria internacional ARCO para profesionales y colectivos de arte+educación. Este año la invitación se ha centrado en experiencias curatoriales que han elegido la educación como eje vertebrador.

Uno de los propósitos era abordar cuál es el origen de esta preocupación por lo educativo desde las instituciones culturales, cómo se han diseñado y producido estas exposiciones y realmente para qué se han llevado a cabo.

Después de una dinámica en la que todos los participantes tenían que presentarse brevemente, se presentaron los cinco casos de estudio en los que la educación ha sido el motor de la propuesta curatorial.

El primer turno fue para Lesson O, comisariada por Ane Aguirre y Juan Canela (Azotea) y desarrollado a partir de un ciclo del Espacio 13 de la Fundación Joan Miró. La exposición proponía explorar nuevas formas de transmisión de conocimientos, generando autoaprendizaje y un encuentro distinto al hecho expositivo a través de los proyectos de Rita Ponce de León, Priscila Fernandes, Anna Craycroft y Marc Vives (en colaboración con Rivet) y Eva Kotatkova.

Los cuatro proyectos artísticos se activaban a través de Pedagogías de Fricción, que tenía como objetivo construir relaciones de manera negociada con y entre colectivos diversos a partir de las propuestas que integraban el ciclo, de manera que los propios agentes participantes pudieran también repensar sus marcos de acción.

Otro de los casos de estudio fue Un saber realmente útil, comisariado por WHW (What, How and for Whom) en el MNCARS y con un programa educativo diseñado por SUBTRAMAS (Diego del Pozo, Montse Romaní y Virginia Villaplana). Partiendo de la pedagogía crítica como un elemento clave en las luchas colectivas, la exposición conectaba el museo como dispositivo pedagógico con otros movimientos sociales.

La activación de la propuesta se llevaba a cabo a través de de las conversadoras, las narradoras y las instigadoras, quienes desarrollaban acciones en torno a las siguientes preguntas: ¿por qué es útil aprender juntos?, ¿cómo activamos la imaginación para crear una felicidad distinta a la que organiza el capitalismo?, ¿qué aprendizajes emergen de los movimientos sociales? y ¿qué pueden accionar políticamente las imágenes?

En 2015 el Grupo de Educación de Matadero (GED) comisarió el proyecto Ni arte ni educación. Basado en los principios de activismo y pedagogía, intersecciones de la otredad y ciudadanía crítica, la exposición buscaba fomentar la participación y la inclusión del público como agente de producción cultural y de conocimiento.

Además de contar con dispositivos pedagógicos que eran activados por el público (y también susceptibles de ser transformados), la exposición incluía una “cesión ciudadana”, para que distintos colectivos  (escuelas, asociaciones) pudieran proponer  sus proyectos. Una de esas cesiones ciudadanas fue el encuentro ¿Mediación?, la presentación de AMECUM como asociación junto a AVALEM y Pedagogías Invisibles.

Cohabitar entre se planteó, por su parte, como un espacio para activar el Fabra i Coats Centre d’Art Contemporani como creador y catalizador de interacciones entre prácticas artísticas y sociales. Dentro de esa reflexión sobre la institución, su función y su campo de acción, se buscaba trazar un modelo de trabajo para redefinir el concepto de servicio público en relación con un centro de arte.

El último de los casos de estudio fue Sin título. La colección Telefónica como nunca se ha visto, un experimento educativo en el que la labor curatorial sobre fondos de la fundación la realizaron cien niños entre 10 y 12 años de los colegios Blanca de Castilla (Madrid) y Francisco de Quevedo (Leganés).

El proceso se centró en el concepto de exposición, colección y obra de arte, desarrollando talleres con los artistas Paco Roca, Montserrat Soto y Carlos García Miranda.

El debate en el encuentro de ARCO atravesó las cinco ponencias. Los asistentes compartieron comentarios que iban surgiendo, como por ejemplo, la reflexión sobre el público al que iban dirigidas estas exposiciones. En general, se trata de proyectos con diferencias formales evidentes en cuanto a lo que suele mostrar una exposición, por lo que la mediación con el público era una necesidad clara. Se comentó la relación con las propias instituciones, que en casi todos los casos acogieron proyectos de agentes externos al propio centro. ¿Cómo enfocar la relación con los equipos estables de la institución? Y siguiendo en esa línea: ¿qué poso queda una vez finalizado el proyecto?

Otra de las cuestiones que se debatieron a fondo fue el concepto de display pedagógico, puesto que plantea una serie de dilemas ineludibles en este tipo de concepto curatorial. ¿Qué hay más allá del dispositivo interactivo? ¿Dónde está el límite entre la participación y el manido “todo vale”? ¿Cómo respetar los espacios y sus necesidades frente a la experiencia del público? ¿Cómo influye el contexto expositivo en el comportamiento de los cuerpos?

La idea de que el hacer transforma la institución resonó con fuerza, así como la necesidad de mantener una complicidad con la organización interna de la misma.

Frente al peligro de generar siempre los mismos formatos se lanzó la siguiente pregunta: ¿por qué un proyecto tiene que culminar siempre en una exposición? Se insistió en la posibilidad de otros tiempos, otros marcos, otras dinámicas, que son imprescindibles para ajustarse a la naturaleza polimorfa, performativa y cambiante por definición de la educación.

Y para finalizar el debate, se formuló la siguiente pregunta, fundamental en cualquier proceso de aprendizaje: ¿cómo lo harías si lo volvieras a hacer?

Gracias, Pedagogías Invisibles. Seguimos.