Un café con… Rufino Ferreras

EducaThyssen · 09-07-2020

Siguiendo con las acciones emprendidas como respuesta al marco actual, y tras la elaboración del informe sobre la situación laboral de las educadoras y mediadoras culturales en el marco del Covid-19, ponemos en marcha ahora el proyecto Un café con… Nuestro deseo es completar esta cartografía  incorporando las voces de aquellas personas que puedan compartir sus impresiones desde su posición de responsabilidad dentro de las áreas de educación y mediación de las instituciones.

Desde Un café con… queremos plantear esas conversaciones a modo de encuentro de café virtual, a través del formato de entrevistas en el que en esta entrega contamos con Rufino Ferreras, Jefe de Educación del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.


En la mayoría de las instituciones culturales el cierre de puertas ha supuesto la interrupción de las actividades de educación y mediación. Ahora que se ha producido la reapertura, ¿desde tu institución se está pensando ya en cómo va a ser el escenario de estos primeros meses? ¿Qué implica esto para el departamento de educación?

Sin duda van a ser momentos llenos de incertidumbre. Los departamentos de educación y sus acciones son muy sensibles a la situación que viven distintos colectivos y la sociedad en su conjunto. A día de hoy no tenemos una idea clara de cómo van a funcionar ni la educación formal ni, por ejemplo, los recursos sociales que trabajan con nosotros en el ámbito de la educación social. En definitiva, no sabemos qué demanda vamos a tener y qué forma va a tener tanto esta demanda como nuestra respuesta. Desde mi equipo, somos consciente de esta incertidumbre, pero la vivimos como una oportunidad si no para revisar y hacer una nueva propuesta de acciones, sí para experimentar nuevos formatos de trabajo que nos puedan llevar a una renovación de la acción educativa. Esto implica un proceso de reflexión que nosotros hemos vivido durante los meses de confinamiento y la certeza de que las propuestas educativas no deben replicar siempre modelos que ya existían hace casi medio siglo, especialmente si no los replicamos con un mínimo de reflexión crítica no sólo sobre sus contenidos, sino también sobre sus formatos.

Un tema que nos interesa especialmente en AMECUM es poner el foco en las trabajadoras de base, ¿Les va a afectar de algún modo los cambios en la institución? ¿Habrá forma de mantener las plantillas previas? ¿Se ha pensado en reducir su vulnerabilidad dentro del sistema? ¿Cómo será su trabajo a partir de ahora?

El caso del equipo del que formo parte es realmente singular en el panorama actual. No seguimos el modelo de subcontratación de servicio y el equipo está contratado por la institución, formando estos parte de la plantilla. Pese a permitir la estabilidad, no es un modelo perfecto, y parte del equipo está contratado en asociación a algún proyecto, aunque suelen ser proyectos cuyo desarrollo es largo, de varios años. De este modo, creo que el equipo no se va a ver afectado en su estabilidad, pero soy consciente de que hay que trabajar aún más en reducir la vulnerabilidad de las personas que están a expensas de proyectos.

Ante un escenario en el que el trabajo cara a cara con los públicos de momento parece inviable, muchas mediadoras temen perder su empleo. Creemos que esto se debe a que se tiende a olvidar todas las partes del trabajo y las tareas que las mediadoras realizan más allá del momento de la ejecución de las actividades. ¿Tendrán estas tareas más peso en el escenario futuro? ¿Cómo fomentarlas para que repercutan en una mejor relación de la institución con las diversas comunidades a las que se dirige?

Es necesario un giro en la manera de entender nuestra acción más allá de un mero objeto de consumo. Una de las cuestiones que más me preocupan en la actualidad es la apropiación que el sistema ha hecho del vocabulario, la otra es el progresivo deterioro de la función educativa de los museos. La función educativa no ha dejado de perder peso en estas instituciones. En realidad creo que se ha desdibujado la función del museo, o mejor dicho, se ha redibujado a medida del modelo productivo que han fomentado conceptos como el de industria cultural.

Este modelo postfordista ha inundado las instituciones culturales transformando los productos culturales y educativos en servicios al consumo y olvidando su papel al servicio de la sociedad o solamente teniéndolo en cuenta en la medida en que este servicio a la sociedad puede ser presentado como un bien de consumo. Y esto ha tenido muchas consecuencias, entre ellas una precarización de sus trabajadores, en primer lugar porque todo producto busca rentabilidad monetaria, en segundo lugar porque un servicio cuando deja de ser público, se convierte en producto y un servicio así, puede ser fácilmente externalizado. De este modo han tomado protagonismo en el ámbito cultural dos modelos paradigmáticos del trabajo en el siglo XXI, por un lado los “oficios basura” y por otro algo sobre lo que creo aún no se ha reflexionado bastante: lo que el antropólogo David Graever, llama “trabajos de mierda” y que materializan a la perfección ese modelo de industria de la cultura en donde la gestión es lo único importante, desapareciendo los trabajadores que dan sentido social a la institución y creciendo los que gestionan a estos y su labor, sin caer en la cuenta de que si no se produce conocimiento, en nuestro caso acción educativa, gestores y burócratas solo gestionan ficciones.

¿Cómo crees que el desarrollo de actividades/acciones en formato digital  va a afectar a los públicos de las instituciones? ¿Cuál crees que será la reacción de los públicos? ¿Piensas que es posible que lo presencial vuelva a ser lo primordial en este tipo de programas?

Habría que distinguir entre virtualidades. Los museos entraron en un proceso de digitalización hace años, proceso que se ha acelerado, en muchos casos sin orden y concierto, debido a la situación actual. Esta digitalización se ha basado en entender lo virtual como una plataforma de publicación de contenidos, en muchos casos de republicación de contenidos ya existentes, de escaparate y catálogo de productos en demasiados casos. A mi modo de ver aún no hemos entendido muy bien qué es esto de la virtualidad o, al menos, solamente hemos atisbado su potencial como espacio no expositivo poniendo el acento en su papel como sucursal. La virtualidad es una herramienta y al mismo tiempo un espacio. Como herramienta, puede ser útil o peligrosa, como espacio puede ser algo más que una sala de exposiciones digital

Desde el equipo del que formo parte, llevamos años explorando cómo usar la tecnología como herramienta educativa. Esta trayectoria nos ha permitido reaccionar bastante bien a la situación de confinamiento, no solamente creando y publicando contenidos, sino potenciando lo virtual como espacio de encuentro y reflexión, creando acciones de mediación virtual que no implican una presencialidad en lo físico aunque sí en lo digital, fomentando nuevas maneras de narrar el museo y el arte, por ejemplo a través del lenguaje de los videojuegos, o aprovechando las posibilidades de las redes sociales como espacios de conversación. Acciones que creemos pertinentes en una sociedad globalizada que entiende lo digital como algo normalizado. Lo presencial en el espacio museo va a continuar, pero se va a  multiplicar lo presencial en el espacio virtual. Y para ello los educadores y/o mediadores, vamos a seguir siendo necesarios en la medida que seamos capaces de adaptarnos.

En base a las perspectivas actuales, ¿podrías hacer un diagnóstico del futuro de la profesión?

Creo firmemente en la necesidad de definir la profesión y su función. Pero para ello es necesario que la institución museo se defina claramente y deje claro qué quiere ser. Es necesario desinstitucionalizar el museo, no porque crea que lo institucional no deba existir, sino porque creo que las instituciones se han convertido en una suerte de factorías, de espacios de producción, de industrias culturales y/o turísticas. Si no logramos entre todos esto, los profesionales van a ser cada vez más prescindibles e intercambiables, especialmente porque va a ser prescindible lo educativo para estas industrias productivistas y porque como cualquier producto puede ser intercambiable por otro en función de su rentabilidad. Un modelo de museo realmente social, al servicio de todos, necesita de mediación, un modelo de museo turístico lo que necesitan son intérpretes.


Rufino Ferreras, Jefe de Educación del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.


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